viernes, 22 de mayo de 2015

Marcelo Papa guardián del Casillero del Diablo


Pocas dudas quedan de lo exitoso del trabajo de Papa, sobre todo porque ha superado uno de los retos más complejos de su industria: producir calidad en altos volúmenes. “Para mí, el secreto de nuestro trabajo”, explica Papa, “es estar en una empresa como Concha y Toro que separa claramente sus diferentes niveles de calidad con equipos propios de viticultores, enólogos e incluso viñedos: Ignacio Recabarren, Enrique Tirado y yo tenemos un foco en los vinos finos, de alta calidad y trabajamos casi como una viña boutique independiente”.

Estas condiciones le han permitido experimentar entre los populares Casillero del Diablo con cepas como la viognier. “Considero esa búsqueda un asunto importante, sobre todo para definir la identidad del terruño. La uva del viognier la traemos de Casablanca y le da un perfil muy agradable con aromas y sabores a damasco”, analiza Papa.

De igual manera, ha ido localizado las mejores zonas para cada uno de los vinos de Marqués de Casa Concha. Los valles de Rapel, Maipo y Limarí, que cubren buena parte de la geografía chilena son los orígenes de estos grandescabernet, merlot, syrah y chardonnay. Consciente de la importancia de críticos y puntuaciones, Papa no pierde el sueño por ellos —aunque tradicionalmente ha sido bien calificado— sino que se entrega a su credo: “la clave para mí es hacer vinos consistentes y con los que me sienta cómodo, que inviten a quien los degusta a probar una segunda copa o una segunda botella”.

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