martes, 26 de abril de 2016

Quesos rebozados para el desayuno

El español Juan Cruz dijo, breve y sabiamente, “El queso es la firma de la tierra”. Otro dijo, “El queso es leche florecida”.
Muchos franceses, orgullosos de sus quesos, creen que la firma o el emblema de su patria es la enorme variedad de quesos con la que cuenta. Más de 350. El general Charles De Gaulle, quien llegó a ser presidente de Francia, se preguntó una vez: “¿Cómo puede gobernarse a una nación que tiene más de trescientas cincuenta clases de queso?”. O más de 483 clases de queso, como aseguraba el francés Curnonsky, llamado el príncipe de los gastrónomos franceses.
Esas cifras resultan, sin embargo, una exageración. El historiador Raimond Lindon inventarió minuciosamente los quesos franceses y sólo encontró 289. En todo caso, muchos quesos para un solo país.
Muy acertado estuvo el primer ministro inglés y premio Nobel Winston Churchill cuando dijo, en un viaje a París, que “Un país que cuenta con doscientas suertes de queso no puede portarse mal”.
Sin embargo, los dioses griegos tomaban leche y comían queso y se portaban, a menudo, muy mal.
Un día un dios cazaba ciervos en el valle del Pelión. De pronto, vio a una hermosa joven que luchaba bravamente con sus manos desnudas contra un inmenso león que asolaba los rebaños de la región. Desde entonces, el asombrado dios se enamoró perdidamente de la joven, por su valor y su belleza.
Se trataba de Apolo y de Cirene. Apolo era el dios de la belleza, la música, las artes y el sol, el colérico dios de las formas perfectas, el gran seductor entre los dioses del Olimpo, con un corazón tan ambiguo que amaba indistintamente a mujeres y a hombres. La joven era la ninfa Cirene, hija del rey Hipseo, princesa de los lapitas.
Apolo, abusador, la tomó por la fuerza. Y la levó, raptada, en su carro de oro hasta Libia. Allí Cirene le engendró un hijo, Aristeo, quien sería un legendario héroe, pero que entonces fue entregado a las Musas y al sabio centauro Quirón para que lo educaran. Le enseñaron el arte de curar y de predecir el futuro. Le instruyeron en los oficios de la lechería, la apicultura y el cultivo de la vid. Un día, Aristeo, manipulando la leche de una oveja, inventó el queso. Luego, confió a los mortales lo que había aprendido de aquellos benévolos seres mitológicos.
Y con queso puede empezar su mañana de un modo delicioso. Si tiene prisa, unte mantequilla en una rebanada de pan francés caliente, y acompañe con algún queso madurado del grupo de los azules o, simplemente, con el español Manchego o los holandeses Edam o Gouda. Pero si dispone de algo de tiempo, prepare unos deliciosos dados de queso rebozados.
Aquí le ofrecemos la receta. Pruebe. Nos lo agradecerá.
Ingredientes
175 g de queso fetta u otro parecido
125 de queso mozzarella
½ taza de harina
¼ cdita de pimienta negra
1 huevo, poco batido
½ taza de pan rallado
Aceite suficiente para freír.
Preparación
Se cortan los quesos en dados de 2 cm. Se mezcla la harina con la pimienta. Los dados m1.370 es de se enharinan ligeramente y se pasan por el huevo batido y luego por el pan rallado, sacudiendo de la preparación el pan sobrante.
Los dados rebozados se colocan en una bandeja forrada con papel aluminio. Se tapan y se meten en la nevera por media hora. Se retiran de la nevera y se fríen, en tandas, en una sartén con aceite bien caliente que los cubra, a fuego medio, hasta que estén dorados y crujientes.
Luego se escurren sobre papel absorbente y se sirven aún calientes, acompañados con trozos de casabe galleta horneados o, simplemente, con rebanadas de pan.

No hay comentarios: